Dr. José María Sobral

JOSÉ MARIA SOBRAL:


"Primer Argentino en Invernar durante dos años en la Antártida"



"Pocos son los que sabemos quién es el Doctor José María Sobral,  por eso nuestro Proyecto busca posicionarlo en el lugar de la Historia que le pertenece y en el que siempre debió haber estado". En ésta página podrán conocer su historia.                              
Lic. Dora E. Gerez





José María Sobral fue el Primer Argentino que a los 21 años invernó por primera vez en la historia en el Continente Antártico, formando parte de la Expedición Sueca de Otto Nordenskjöld.
Era hijo del escribano Enrique Sobral y de la señora María Luisa Iturrioz. Fue el mayor de una familia de ocho hermanos.


Historia de la Familia Sobral:

"A principios del siglo XVIII, arriban al Río de la Plata tres jóvenes españoles, oriundos de la Provincia de Vigo (actualmente Provincia de Pontevedra, Galicia), eran: José, Manuel y Diego García del Sobral, hijos de Diego del García Sobral y Peña, poderoso armador del puerto de Vigo. Los jóvenes arribaron a la Argentina en un barco de propiedad de su padre.
Estos tres jóvenes. se redicaron en Gualeguaychú; posteriormente, Diego regresó a España. Manuel como no le era benigno el clima entrerriano se traslada a Brasil. José se radica definitivamente en Gualeguaychú y contrae enlace con Carmen Tejeiro.

El barco con que arribaran a estas tierras desde España, de nombre "José María", queda en Gualeguaychú y fue incorporado a la navegación fluvial en el itinerario Gualeguaychú-Buenos Aires, para el tráfico general de mercancías y para el comercio que estableció José García Sobral.
El apellido García del Sobral o García Sobral, fue abreviado con el tiempo por "García Sobral o simplemente "Sobral".

Del matrimonio de Carmen Tejeiro y José García Sobral, nacieron José María, Enrique, Domingo, Manuel, Francisco, Ramón, Eduardo, Carmen y Juana.

Enrique Ramón Sobral, de profesión escribano, se casa con Luisa Iturrióz, y tuvieron ocho hijos, siendo el mayor de ellos José María Sobral.


JOSÉ MARÍA SOBRAL:

José María Sobral nació el 14 de abril de 1880 en Gualeguaychú, provincia de Entre Rios, República Argentina; su casa natal aún se conserva en la calle San Martín 633. Curiosamente falleció un 14 de abril de 1961, a los 81 años de edad.

José María Sobral, cursó parte de sus estudios primarios en su ciudad natal y en el año 1890 se trasladó a la Ciudad de Buenos Aires, donde concluyó los estudios secundarios en el Colegio Nacional del Norte e ingresó en la Escuela Naval Militar el 26 de diciembre  en 1894, después de pasar todos los obstáculos que significaba rendir el severo examen de ingreso. Tenía 14 años.

Las cosas no andaban bien para Sobral. Nunca fue uno de los mejores estudiantes. A mediados de 1895 contrajo una bronconeumonía que lo tuvo alejado de las aulas, por lo cual fue dado de baja el 7 de diciembre de 1895. Había fracasado en su primer intento, pero resolvió intentar de nuevo y esta vez fue para triunfar.

No bien repuesto de su salud, pasados los fríos resolvió insistir; con su natural voluntad consiguió superar nuevamente todos los obstáculos y el 5 de diciembre  de 1896 ingresó nuevamente a la Escuela Naval. Esta vez dispuesto a quedarse hasta el final.

El 8 de agosto de 1898 se recibió de Guardiamarina, siendo la Promoción N° 24 de la Escuela Naval Militar. Su primer destino fue el Crucero "San Martín" y a los tres meses recibió la grata sorpresa de su pase a la Fragata "Sarmiento", en ella daría la vuelta al mundo, regresando a Buenos Aires el 30 de septiembre de 1900. El 8 de octubre de ese año Sobral recibe las insignias de Alférez de Fragata.

Sobral era un definido tipo latino, de cutis blanco, cabellos oscuros y estatura mediana. Su aspecto general era muy agradable y dejaba traslucir energía y voluntad. Vestía con pulcritud y corrección su uniforme y tenía un firme sentido del deber y de la responsabilidad. La impresión que provocaba en sus nuevos conocidos era sumamente favorable, lo que causaba una rápida y espontánea simpatía. Se tenía la impresión, acertada por cierto, de hablar con un hombre bueno, serio, íntegro, inteligente, activo y entusiasta. Amaba a los suyos y tenía un patriotismo fogoso y capaz de llevarlo al sacrificio si fuera necesario. Otras cualidades que serían confirmadas a lo largo de toda su vida fueron la innata modestia y su sencillez. Un amor propio, quizás excesivo, completaba su personalidad.  Ni aún en los momentos de gran popularidad que le tocó vivir, dejó de ser él mismo, alegre, dado, sensillo, sin que la fama lo cambiara.

A los 11 días de su llegada de recorrer el mundo en la Fragata Sarmiento, y con muy poco tiempo para contar su aventura a sus familiares, el 11 de octubre lo destinan a la torpedera "Espora". Al mes lo trasladan al Crucero "Patria". Dos meses más tarde, el 22 de enero de 1901,  sale su  pase en comisión al Aviso "Tehuelche" que estaba listo para partir en una comisión hidrográfica. En ese buque se desempeñó como Segundo Comandante. El 31 de mayo del mismo año regresa a su buque "El Patria". Luego sale su pase al Crucero "Belgrano", donde no duró mucho, sólo tres meses y veintiún días, hasta el 28 de noviembre de 1901, cuando lo trasladan a la "División de Hidrografía del Ministerio de la Marina", debe haber sido uno de los días más felíces de su vida. Cuando esto ocurría, Sobral tenía poco más de 21 años de edad.

Foto: Famila Sobral





6° CONGRESO INTERNACIONAL DE GEOGRAFÍA:

El sexto Congreso Internacional de Geografía se reunió en Londres en 1895. Al término del mismo concluyó que la exploración de las regiones antárticas era "el punto de interés geográfico más importante" que quedaba por emprender.

En atención a esta resolución, recomendó a las sociedades científicas de todos los países que la tarea fuera empezada antes de finalizar el siglo.

Se había puesto la mira en el continente Antártico, hasta entonces virtualmente inexplorado. Cumpliendo las recomendaciones del Congreso Internacional de Geografía se destacaron una expedición belga y una inglesa. La primera estuvo al mando del Teniente de la Real Marina de Bélgica, Adrian de Gerlache y zarpó de Amberes el 16 de agosto de 1897. La nave empleada fue un ex ballenero noruego de 250 toneladas, rebautizado Belgique. Después de tocar en Tierra del Fuego, Shetlands del Sur y Tierra de Palmer, la expedición estudió el estrecho de Gerlache, pero fue aprisionada por los hielos flotantes y debió invernar, hecho que se realizaba por primera vez en el sexto continente.

La segunda expedición que siguió el mandato científico del Congreso fue una inglesa, dirigida por Borchgrevink, que zarpó de Inglaterra en el Southern Cross (Cruz del Sur), el 22 de agosto de 1898. La zona de operación elegida fue la opuesta a la de Gerlache, en el mar de Ross y en proximidades del cabo Adare, que Borchgrevink ya conocía desde 1895. La expedición invernó en tierra firme y realizó estudios sobre la barrera de Ross. La máxima latitud alcanzada fue 78°50´S.

El Congreso Internacional de Geografía efectuado en Berlín en 1899, insistió en el conocimiento de las regiones antárticas y la necesidad de llevar a cabo tres expediciones en los mares que las circundan, para realizar estudios coordinados, en especial meteorología y magnetismo. Era, en consecuencia, necesario, cumplir el proyecto del Congreso de Berlín y efectuar una triple exploración, simultánea y simétricamente situada sobre la periferia antártica.

La primera expedición en iniciar el cumplimiento de este plan fue la del oficial de la Real Armada Inglesa Roberto F. Scott, uno de los nombres más famosos de la Antártida, que en el Discovery partió de Londres el 31 de julio de 1901. La zona de operaciones de Scott fue establecida en el estrecho de Mac Murdo, en la tierra Victoria, que forma la costa oriental del mar de Ross. Durante dos inviernos la expedición inglesa realizó numerosos descubrimientos, regresando recién a principios de 1904.

La expedición alemana partió el 11 de agosto de 1901, en la barca Gauss, provista de motor auxiliar de vapor. La comandaba el geógrafo, profesor Erich Von Drygalski. La nave había sido bautizada con ese nombre en homenaje a Gregorio Gauss, el famoso matemático germnao, propulsor de los estudios magnéticos australes. Esta expedición comenzó instalando un observatorio para observaciones metereológicas y magnéticas en la ista Kergulen; luego descubrió la costa de Guillermo II, certa de la longitud 90° E y en ella un volcán que fe designado también Gauss. La nave fue aprisionada por los hielos flotantes y debió invernar, así como lo había hecho el Belgique de Gerlache. Un detalle curioso de esta expedición es el que se usó un globo cautivo, con el cual se realizaron observaciones aéreas, las primeras en la Antártida.

Además de estas dos zonas cubiertas por estas dos expediciones, era necesario cubrir otra zona, al sur de la América austral, y por eso se había previsto una tercera expedición, con el fin de obtener observaciones integrales, en los posible. Pareció que se realizaría una expedición estadounidense, pero quedó sin efecto. La República Argentina, sin embargo, ya había solucionado en parte la falta de la tercera expedición, haciendo su aparición en el campo científico austral, al establecer el observatorio Metereológico-magnético en la Isla Año Nuevo, al norte de la Isla de los Estados. Ya desde junio de 1899 el Teniente de Fragata de la Armada Nacional Horacio Ballvé había presentado un proyecto de investigaciones magnéticas, que fue aprobado en acuerdo de ministros y su autor enviado a estudiar a Europa. Al año siguiente, 1901, se comenzó la instalación del observatorio y a fines de ese año estaba terminada la parte meteorológica, no así la magnética, que lo estuvo a comienzos del año siguiente.

En Enero de 1900, Otto G. Nordenskjöld expuso ante la Sociedad Sueca de Geología y Antropología su proyecto de expedición polar. Adquirió el ballenero "Antártic" y organizó su expedición incorporando a la misma un selecto grupo de científicos: Acel Ohilin, zoólogo; K.A. Andersson, estudiante de filosofía y ayudante de Ohlin: Gosta Bodman, licenciado en filosofía, hidrógrafo y meteorólogo; Eric Ekelof, estudiante de medicina, que oficiaría de médico y bacteriólogo; S. A. Duse, Teniente de Artillería, cartógrafo, meteorólogo e hidrógrafo; Carlos Skottsberg, botánico; y el Dr. Gunnar Andersson, geólogo que embarcaría en Malvinas para dirigir los trabajos en el Atlántico Sur, Andersson reemplazaría a Nordenskjold en la jefatura de las tareas científicas, mientras el grupo principal invernaba en la Antártida. Al Comando del buque puso al Capitán Noruego Carl A. Larsen, experto ballenero y en navegación polar, ya que había protagonizado una expedición ballenera a la región oriental de la Península Antártica en los años 1892 y 1893, oportunidad en la que encontró en la Isla Seymour (actual Base Marambio) fósiles, hallazgo muy tenido en cuenta por el sabio sueco al organizar el derrotero de su expedición.

Los planes de Nordenskjöld preveían partir en el otoño de 1901, tomar Tierra del Fuego como punto de apoyo, desembarcar personal en la península antártica, en su parte norte y oriental y dejar que la nave siguiera viaje bordeando la costa de la tierra del rey Oscar y luego hacia el este. Si la barrera de hielos del mar de Weddell lo permitiera, se intentaría entrar en él. La gente que desembarcara lo haría preparada para invernar y todos regresarían a Suecia en el verano de 1902.

Luego de sortear los obstáculos financieros con los que se encontró Nordenskjöld, finalmente el Antártic zarpó del puerto de Gotemburgo. El 16 diciembre de 1901 el "Antártic" tomaba amarras en el puerto de Buenos Aires, para completar carbón y víveres.Fueron recibidos muy cariñosamente por la colectividad sueca y el cónsul de ese país en Buenos Aires y además despertaron la simpatía y la curiosidad de todo el pueblo.Había mucho por hacer, debían cargar carbón y los trabajadores del gremio estaban en huelga. Después de que Nordenskjold habló con los jefes de la huelga, éstos resolvieron ayudar a los expedicionarios y la carga se hizo sin mayores problemas.


POSTULACIÓN DE SOBRAL PARA INTEGRAR LA EXPEDICIÓN SUECA:

Un problema preocupaba a Nordenskjold: era la inclusión en la expedición de un oficial de la Armada Argentina.Nordenskjold, consideraba que debía estimular el interés de las naciones sudamericanas, que por motivos fáciles de comprender, "tienen en esas regiones más interés geográfico que nosotros los europeos, para que ayudaran en lo que fuere posible nuestra expedición".

 En julio de 1901, el Teniente Ballvé, jefe del Observatorio de la Isla Observatorio se había dirigido por carta a Nordenskjöld, pidiéndole que estudiase la posibilidad de que se incorporara a la expedición un oficial de Marina, "en calidad de representante del gobierno argentino".

Cuando se conoció entre los oficiales de nuestra Armada la posibilidad de integrar la expedición, surgieron de inmediato varias aspirantes.Ballvé presentó un lista de tres, para que se hiciera la elección. Luego se confeccionó una lista de cinco. Pero el más entusiasta, el que consideraba la culminación de sus sueños, era el jóven Alférez de Fragata José María Sobral.

Con enorme entusiasmo, Sobral resolvió hacer todos los esfuerzos posibles para lograr ser el elegido para integrar la expedición. Pero necesitaba de alguien que lo patrocinara en su idea, sobre todo teniendo en cuenta que ya tenía la desventaja de que el iniciador de la idea, el Teniente Ballvé, había presentado tres candidatos posibles. Se puso en contacto con el Teniente de Fragata Enrique Moreno, a quien lo unía una gran amistad, sin duda desde el viaje de la Fragata Sarmiento que habían realizado juntos. Este oficial prestaba servicios en ese momento como ayudante secretario del ministro de Marina y por sus contactos era el más indicado para presentar su solicitud y hacerla prosperar.

El Teniente Moreno, por carta sin fecha, pero se estima que fue entre agosto y septiembre de 1901, le informa a Sobral que, tal como le había prometido, figuraba en la lista de cinco candidatos; también le decía en la misma que no perdiera las esperanzas, que haría todo lo posible para que sea elegido y terminaba diciendo..."para que así estando lejos no me moleste más ni ponga a prueba mi paciencia".


MESES PREVIOS A LA LLEGADA DEL ANTARTIC A BUENOS AIRES:

A principios de agosto de 1901 Sobral presentaba servicios en el "Patria", pero el 10 de ese mes, Julián Irízar, su comandante, le informó que debía pasar a prestar servicios en el crucero-acorazado "General Belgrano", en la zona del puerto militar del mismo nombre.

Los momentos de impaciencia que debe haber pasado Sobral, no fueron pocos, con sus tareas a bordo que le insumían gran parte de su tiempo, su impotencia ante su alejamiento de Buenos Aires, donde podía decidirse el asunto que le interesaba y a donde llegaba sólo cada tanto, en cortas licencias. Imaginemos que toda su energía contenida la volcaría en continuas misivas a Moreno y otros oficiales amigos. El 6 de octubre, para empeorar su situación, era nombrado ayudante del jefe de la División Bahí Blanca, lo que significaba  más deberes, responsabilidades y problemas.

A mediados de octubre, su elección parecía estar decidida; pero justamente en ese momento en que parecía que lograría su propósito, otra prueba más pareció hacerlo fracasar. A mediados de octubre y prestando servicios en el "Belgrano", sufrió una caída y se fracturó un pie. En esos momentos esto podía ser decisivo para descartarlo como integrante de la expedición.

Fue trasladado a Buenos Aires para su atención médica, es internado el 21 de octubre en el Hospital Militar para su curación. Sus amigos le escriben y lo consuelan. Julio Castañeda espera una buena soldadura para sus huesos rotos. Moreno, por su parte, justamente preocupado, le envía unas líneas el 5 de noviembre: "Estimado Sobral, conocía la noticia de su caída, crea deploro realmente su mala suerte. Para que pueda darle respuesta definitiva a su audez pedido creo, por su bien y por el éxito de la comisión, que consulte un médico respecto de si los intensos fríos no le harán sufrir de los huesos o hueso roto. Pienso que es cosa principalísima. Si lo hicieran sufrir, aquello sería un martirio, sin esperanzas de volverse atrás, además un fracaso. Conteste pronto. Lo saludo affm. Moreno". El buque saldrá en los primeros días de enero.

El pie de Sobral comenzó a curarse; finalmente, el 23 de noviembre de 1901, se le ordena presentarse a un reconocimiento médico que, termiando con tantas angustias, resultó favorable.

Desde ese momento, los acontecimientos se precipitaron en forma favorable. El 28 de noviembre recibe la grata noticia de su pase a la Oficina de Hidrografía del Ministerio de Marina y el 1° de diciembre dejó el Hospital Militar, ya curado del pie.


LLEGADA DEL ANTARTIC AL PUERTO DE BUENOS AIRES:

Llegado Nordenskjöld a Buenos Aires, se entrevistó con el contraalmirante Onofre Betbeder, a fin de resolver sobre el viaje del oficial argentino. Durante la conversación, el ministro le hizo saber el deseo que tenía la Armada y el gobierno de que nuestro oficial formara parte del grupo que invernaría en tierra.  Esta nueva proposición hizo dudar a Nordenskjöld, ya que representaba una seria responsabilidad. el pasar todo un año en una choza, separados del resto del mundo, en condiciones penosísimas y rigurosas de tiempo y temperatura, soportando vientos huracanados, requería de los hombres elegidos un cúmulo de condiciones físicas, psíquicas y de relación muy sobresalientes.. Por estas atendibles razones no quiso contestar afirmativamente a la requisición del ministro de Marina argentino, pero tampoco quiso hacerlo negativamente sin conocer antes a la persona elegida.

El 17 de diciembre por la mañana, el Alférez de Fragata José María Sobral, luciendo su impecable uniforme, se presentó en el Antártic para conocer al doctor Nordenskjöld. La impresión que éste recibió la pintó años después en su libro sobre el viaje: "El 17 por la mañana, vi por primera vez al entonces subteniente don José M. Sobral. Me pareció tan sencillo, tan simpático, tan entusiasta y tan valiente, que dejando de lado todas mis vacilaciones, me decidí a admitirlo definitivamente, y el mismo día quedó arreglada la cuestión". "Agradeciendo mi aceptación, el gobierno prometió ayudar a nuestra expedición bajo todos los conceptos y, aunque, por de pronto, no pusimos a prueba sus buenos deseos, la brillante manera con que el gobierno argentino cumplió más adelante su palabra, es hoy conocida por el mundo entero".

Febriles fueron sus preparativos, pues tenía que adquirir ropa y dejar sus asuntos particulares arreglados. Era una cosa anacrónica salir a comprar ropa apta para soportar los fríos antárticos, en un Buenos Aires que soportaba temperaturas de treinta grados sobre cero. Por otra parte, nadie tenía ropas polares y así compró todo lo que más se aproximaba a sus deseos e ideas, lo más abrigado y grueso posible. Una de sus listas decía: 3 trajes muy gruesos y gorra, 5 pares de botas gruesas, 2 o 3 pieles de guanaco, 1/2 docena de ropa interior de lana grueda de la mejor, una bolsa de lona impermeable, una blusa de la misma lona con pareruza, ropa de lana, guantes y medias forradas, etc.

Como luego comprobaría el joven Alférez, todo esto resultó casi inútil, excepto la ropa interior. Por otra parte, no había casas especializadas ni nadie en el país con experiencia polar.

Los familiares de Sobral y especialmente su madre, estaban muy temerosos o angustiados profundamente, temiendo por su vida. Pero nadie podía persuadir a Sobral de su empresa. Todo esto lo conmovía, pensaba que tendría que soportar grandes peligros, pero su vocación era ardiente y estaba orgulloso de llevar la representación argentina al Antártico.


ZARPADA DEL ANTARTIC DEL PUERTO DE BUENOS AIRES:


 El 21 de diciembre, a las seis de la mañana, en un día muy caluroso, el Antartic zarpó de la Dársena Sud, llevaba 29 personas a bordo, en su mayoría suecos y noruegos, siendo Sobral en calidad de representante de nuestro gobierno, el único argentino. En los muelles se había reunido una cantidad bastante numerosa de curiosos, además de familiares y amigos que agitaron sus últimos saludos. Poco después se largaron los dos remolcadores y el Antartic, propulsado por su máquina auxiliar, comenzó a navegar por las aguar del río.
¡ La aventura Antártica comenzaba!

El 24, 25 y 26 de diciembre se celebraron las fiestas de Navidad a bordo, según acostumbraban los escandinavos. El buque fue engalanado y las cuatro nacionalidades presentes se exteriorizaron en los palos del buque: la bandera sueca y noruega, en la verga y tope del palo mesana, la norteamericana sobre el palo mayor y la bandera argentina en el palo trinquete. Un veterano de los hielos tocó en su acordeón los himnos de las naciones escandinavas, que se escucharon de pie, y Sobral hizo oír en su gramófono el Himno Nacional Argentino, aplaudido estruendosamente. 


"EL ANTARTIC LLEGA A LAS ISLAS MALVINAS"

El 31 de diciembre, a las 18.00 hs el Antartic fondeó en Port Stanley. Extrañas sensaciones debió sentir Sobral, al visitar esta tierra argentina ocupada violentamente desde el 3 de enero de 1833. 

El gobernador de la isla obsequió a Nordenskjöld y Larsen con una comida en su casa, terminada la cual éstos se dirigieron al Antartic, fondeado, donde se celebraba ruidosamente el comienzo del año nuevo de 1902. Al día siguiente se adquirieron 8 perros de raza escocesa y se retribuyeron atenciones a bordo, a donde los invitados llegaron con muchos ramos de flores. Esa misma tarde, después de despedir a los amables malvineros, se levó anclas rumbo al sur. Pero una furiosa tempestad contraria no los dejó avanzar mucho. Los días siguientes fueron de mal tiempo, pero el Antartic avanzó a vela y a máquina y el 5 de enero después de avistar tierra, se divisó el faro San Juan de Salvamento, el más austral del globo para esa época, según Nordenskjöld.

Desde allí se puso proa al grupo de islas Año Nuevo, llegando al amanecer del 6 de enero y entrando en una pequeña caleta de la isla observatorio. El objeto de la recalada en esa isla era comparar los instrumentos magnéticos de a bordo con los del Observatorio, que se hallaba al mando del Teniente de Navío Ballvé.

El Observatorio era realmente magnífico y se instalaba con los mejores instrumentos de la época, para contribuir a la campaña de observaciones que llevaban a cabo los ingleses y alemanes.Pero desgraciadamente los aparatos magnéticos del observatorio no habían sido aún instalados.El motivo principal de la recalada había fracasado, pero sirvió para coordinar trabajos, comparar cronómetros y efectuar observaciones y estudios sobre la fauna y la flora de las islas. 

El 6 de enero a las 8.30 hs de nuevo zarpaba el Antártic, ya no se tocaría ningún otro puerto hasta que se llegara al sexto continente. El 9 de enero de 1902, la fauna antártica se hacía anunciar con la presencia de numerosas ballenas. Los sorprendió una tupida niebla y a la noche cayó la primera nevada. La Antártida se fue presentando y a las 13 del 10 de enero se avistó tierra: era la isla King, del grupo de las Shetland, la primera isla antártica en su vista. A las 15.15 hs se divisó la mole fantasmal del primer témpano que causó profunda impresión a Sobral y a sus compañeros. 

Los suecos y noruegos, veteranos de las tierras polares del norte, se sorprendieron de la dureza, soledad y salvaje belleza del paisaje antártico. El contraste con la Tierra del Fuego, que habían abandonado hacía poco, era muy notorio. Los icebergs aumentaban a medida que se avanzaba y algunos llegaban a más de treinta metros de altura.  Ya frente a la isla Nelson, el Antartic fondepo en una caleta pequeña en la costa sudoeste y los expedicionarios se aprestaron a desembarcar. Era la primera vez que Sobral pisaba tierras polares. Al día siguiente se cazaron muchos pájaros y se mataron más de 100 focas. Todos estos ejemplares fueron a enriquecer las colecciones del Antártic.

Visitaron la islas Nelson, del Medio, Paulet, Dundee y Seymor (Actual Vicecomodoro Marambio), siempre rodeados por enormes bloques de hielo, soportando temporales y bajas temperaturas.


EL  ANTARTIC  LLEGA A LA ANTARTIDA:

El 16 de enero de 1902, el buque se hallaba frente a la costa este de la isla Seymour; intentaron acercarse a ella, pero no pudieron por los témpanos y los hielos muy cerrados. Otro intento hacia el sur de la isla fracazó, finalmente, al día siguiente, se efectuó un desembarco en Seymour con embarcaciones menores. La isla Seymour (actual Vicecomodoro Marambio) es montañosa, está descubierta de hielos y tiene unas 10 millas de largo por 5 de ancho. Nordenskjöld estaba muy interesado en visitarla y pensaba establecer en ella su campamento de invierno. La razón consistía en que Larsen, en sus viajes anteriores, había encontrado valiosos fósiles, que podía aclarar el pasado geológico de la Antártida. Pero sin embargo, Nordenskjöld encontró un terreno escaso de fósiles, sin saber que cerca de allí los había en abundancia. Esta circunstancia fue una de las decisivas para eliminar a esta isla como lugar de invernada.

Nordenskjöld había convenido con la expedición de Bruce es que instalaría un depósito de víveres en esa isla. En consecuencia, se construyó dicho depósito de víveres y se lo señaló de modo que fuera fácil de encontrar para la expedición escocesa que llegaría a la zona el próximo verano. En esta isla también se encontró una roquería de pingüinos, la más austral hallada en la zona, pero menos numerosa que la de la isla Paulet. A las dieciséis horas, estando todos a bordo, navegan con las velas calzadas, rumbo al sur con viento de popa. A las veintiuna horas se levantó la niebla que habían encontrado a menudo en estos últimos días y se aferró al paño, continuando la navegación a máquina. El día 18 se encontró hielo a proa; el "pack" era bastante espeso y sobre él se veían focas y pingüinos.  La presencia de grandes masas de hielo impedían avanzar hacia tierra y hacia el sur, y obligaron a Nordenskjöld, que quería desembarcar en la costa y penetrar en el mar de Weddell, a cambiar de planes y volver al norte. El 19 de enero puso proa al norte y poco después se atracó al hielo que se prolongaba hasta la tierra del Rey Oscar II y, mientras varios expedicionarios bajaban con los perros,Nordenskjöld se alejó a explorar. Mientras estaban atracados y sus expedicionarios ocupados con múltiples actividades de exploración los hielos y témpanos se acumulaban alrededor del Antartic, por lo que fue necesario embarcar y luego enviar el bote en busca de Nordenskjöld. No le fue fácil al Antartic salir al mar libre y debió luchar duramente con los hielos que pugnaban por aprisionarlo.

El 20 de enero se navegó hacia el norte y el buque se detuvo al sur de Snow Hill (Colina Nevada). Luego se volvió a navegar hacia la Península Antártica y se descubrió una costa, que se encontraba entre la de Danco y la del Rey Oscar. Esta tierra llevaría posteriormente el nombre de Nordenskjöld con toda justicia. La experiencia vivida, lo avanzado de la estación y la escasez de combustible decidieron a Nordenskjöld y sus compañeros a cambiar sus planes. Se había pensado en entrar al mar de Weddell, tratando de encontrar aguas libres, y aprovechar, si era posible, para cazar ballenas y mejorar el aspecto económico, muy ajustado, de la expedición. Pero dado la actual situación del hielo, se resolvió instalar la base invernal cercana al cabo Seymour (en la Isla Vicecomodoro Marambio) y que el Antartic, antes de partir para el norte, construyera un refugio y depósito de víveres avanzado, para futuras excursiones de los invernantes.

Hasta el 7 de febrero, el buque navegó con frecuentes temporales, niebla e inconvenientes, logrando atracar para hacer provisión de agua. Del 7 al 9 de febrero el Antartic soportó una furiosa tempestad, agravada por la presencia de los bloques de hielo que era necesario eludir, el espectáculo era estremecedor: enormes olas, hielos y un frío de varios grados bajo cero. El 10 de febrero, el tiempo calmó y la nave se encontraba en las cercanías del cabo Seymour cuando el temporarl, despues de pequeña tregua reanudó su embate. El 12 de febrero, navegando al norte de Snow Hill, se avistó una zona sin nieve ni hielos, situada hacia el noroeste del gran ventisquero que daba nombre a la zona. Parecía propicia para instalar la estación, pues ofrecía abrigo, al parecer, para los vientos del sur.

En un bote, Nordenskjöld y otros tripulantes que invernarían realizaron un desembarco de exploración. La decisión de invernar en ese sitio fue tomada por Nordenskjöld rápidamente. Era un lugar abrigado, bastante acogedor; pero lo que acabó de decidirlo, fue la gran cantidad de fósiles que encontró en la zona. Sería Snow Hill el lugar vara invernar.


"DESEMBARCO EN SNOW HILL":

Para conocer cómo fue el desembarco, Sobral nos contará cómo fueron esos momentos: 



1902, febrero 13- El Antartic está fondeado y tiene que desembarcar todo lo que ha de quedar en tierra que será necesario para los expedicionarios que hemos de invernar en Snow Hill, por lo tanto, este día lo empleamos en esa tarea; escribía sobral en su libro "Dos años entre los hielos"

Para facilitar el desembarco, amarramos los botes de a dos por sus bandas y de esta manera se hace más cómodo el transporte, en el que todos estamos ocupados y seguramente en estos momentos podemos rivalizar sin desventaja para nosotros con los más hábiles estibadores de los puertos.

El carpintero del barco y Jonassen empezaron la construcción de la casa que habíamos de habitar, sobre una colina de unos 13 metros de elevación sobre el nivel del mar, y era digno del mayor encomio el empeño que cada uno ponía en su respectiva labor.


Día 14. Anoche no he dormido un solo instante y el tiempo que pude dedicar al descanso físico lo emplee en escribir para Buenos Aires. Escribiendo mi correspondencia, mi pensamiento me había trasladado muy lejos del sitio que en realidad ocupaba y me sentía febriciente, por cuya razón, a las 2 a.m. subí a cubierta en busca de aire fresco, algo que allí es muy fácil obtener y que tanta falta me hacía, pero fui sorprendido por uno de los efectos de luz más hermosos que ha visto en mi vida. El sol estaba todavía algunos grados debajo del horizonte, pero allá, sobre la cumbre del monte Haddington, caían sus naciente rayos reproduciendo sobre la inmaculada blancura de la superficie helada, tonos bellísimos, en cuya contemplación quedé extasiado.

Llamé a Stokes para que trasladara al lienzo aquel hermosísimo panoroma admirable en su conjunto y en sus detalles, pero pensé que ésos son tonos que el más hábil pintor no puede reproducir; son tonos tan llenos de belleza y armonía, que yo deseaba en esos momentos ser poeta, para cantar himnos de alabanza a esa naturaleza que tan profusamente engalanada se presentaba en aquellos desiertos helados.

Me sentía un poco cansado y como ya había terminado mi correspondencia, me acosté como a las tres, muy convencido de que iba a dormir, pero apenas lo había hecho siento las repetidas voces ¡Sobral! ¡Sobral!, que alguien deba. Me incorporo sobre mi cama que nunca me había parecido tan buena como en esos momentos y veo a Larsen que, muy apurado, me explicó que el objeto de su matinal visita era hacerme levantar pues todos los de la estación de invierno teníamos que desembarcar cuanto antes, por la razón de que, según su opinión, era peligroso para el barco permanecer al ancla en ese punto, por la enorme cantidad de témpanos.

Mucho quedaba aún por desembarcar y poco era el tiempo disponible, y como todo lo que se hace con apuro generalmente es desordenado, el desembarco no fue como debiera: se olvidaron a bordo muchas cosas, el carbón que teníamos era insuficiente y los víveres escasos; la casa se empezaba recién a construir y no teníamos en qué alojarnos; nos quedábamos con dos botes: un ballenero y otro pequeño, especid de guigue. Tal fue la precipitación en la descarga de nuestro equipo que las muchas cosas sueltas que yo tenía en mi camarote, no las pude arreglar en los baúles y me vi obligado a ponerlas en mi saco de dormir; allí fueron libros, frascos de revelador, placas fotográficas, útiles de toilet, en fin, todo era un perfecto desorden en concordancia con el repentino apuro de la partida. Creí que sería cuestión de irnos a tierra con los botes que llevaron la última carga, dada la ansiedad que había por partir, y me embarqué en uno de ellos, pero una vez que bajamos los equipajes, vi que se aprestaban a regresar, y como yo me quedaba, mis compañeros me preguntaron si no pensaba comer, pues eso era lo que iban a hacer. Siguiendo el ejemplo, me reembarqué de regreso al Antartic, en donde debía tener lugar la comida de despedida, y a las 3 p.m. después de los estrepitosos ¡hurras! de regla, que como se suponía las circunstancias fueron muy conmovedores, de los que partían para el norte hacia más tibias latitudes, nos despedimos los que quedábamos en el sur, en las comarcas más frías del globo.

Una débil frisa del noreste comenzaba a soplar y el Antartic atravesando perezosamente un ligero pack tomó esa dirección, siendo su ruta pasar entre Cockburn y cabo Gage. El barco no se ausentaba aún definitivamente, tenía la comisión de colocar un depósito de víveres, lo más al sur posible, para que nos sirviera como gran recurso de avanzada en las excursiones en trineos, pero solamente volvería a ponerse en comunicación con nosotros en el caso de que el hielo lo permitiera.

Quedábamos en tierra solamente seis personas, Nordenskjöls, Ekelöf y yo, que componíamos la comisión de estudio y los marineros Akerlundh y Jonassen.







Habiendo desaparecido la silueta del Antartic, echamos los botes a tierra poniéndolos a cubierto de las más altas mareas y nuestras miradas y toda nuestra atención se concentró en aquel naciente campamento que, en los primeros días, fue una algarabía que iba en aumento por las continuas peleas de los perros, en cuya pacificación había que comer a cada instante.

Al parece, en el paraje donde colocamos la estación o existe vida animal, no vemos pájaros y solamente hemos encontrado una foca cerca de la playa, cuya presencia hizo creer a algunos que por allí serían muy abundantes, lo que fue un error, como después lo veremos.

Teniendo en cuenta el lugar donde se colocó la casa, se eligió el que serviría para la instalación de la casilla de los aparatos magnéticos y como se creía que el basalto tendría influencia sobre los imanes, se decidió colocarla a 100 metros al oeste de nuestra casa, pues de esa manera quedaba fuera de la influencia de los hierros de ésta y alejada lo más posible de los muros de basalto; más hacia el mar existe una pequeña planicie a primera vista propia para ubicar esa casilla, pero no se levantó allí, porque cuando había deshielo, sobre ella corría agua, y desde luego, este inconveniente inhabilitaba ese espacio para el objeto indicado.


La adaptación para la vida antártica resultó una increíble aventura y una exigente prueba para aquellos hombres, complicada por el pequeño lugar donde vivían, el aislamiento, un clima de frío glacial con frecuentes temporales y los graves peligros que implicaban las numerosas y agotadoras excursiones que debían realizar con fines científicos en zonas de hielo inestable y nieve blanda.

Sobral cuenta en su libro cómo se comunicaba con los suecos: 

Sin duda el idioma fue uno de los inconvenientes mayores que tuve durante toda la expedición, siendo que yo, a la salida de buenos Aires, no conocía una palabra de su idioma.

Las comunicaciones de cada uno de los miembros de la expedición conmigo, en los primeros tiempos, fueron en inglés, no habiendo en ellas ninguna dificultad, porque el que lo hablaba menos conocía el suficiente número de palabras para hacerse entender; pero lo que me mortificaba y causaba efectos desastrosos en mi moral, era el sentir que ellos hablaban continuamente el sueco delante de mí; los sentía reír y bromear; muchas veces conmigo entablaban una conversación en inglés para continuarla entre ellos en sueco, lo cual, naturalmente, en ciertas circunstancias tenía que hacerme desconfiar de la corrección de lo que hablaban.

Me propuse hacer desaparecer esta situación hasta cierto punto embarazosa y poco a poco, con ayuda del diccionario, conocí el idioma de mis compañeros y antes de terminar el primer año de estadía en Snow Hill, ya lo hablaba y escribía lo suficiente para hacerme entender.

Día 22: Toda la noche ha nevado, de manera que todas las cosas que teníamos afuera se encuentran completamente cubiertas de una capa de nieve; el viento es del sudoeste y continuamos nuestros trabajos de edificación, colocando la cocina y cuatro cuchetas.

La casa queda dividida en cinco compartimientos: el central es el comedor, salón y gabinete de trabajo. En el ángulo del noroeste habitamos Nordenskjöld y yo; en el del noreste, Bodman y Ekelöf; en el sudoeste, Jonassen y Akerlundh y en el del sudeste está instalada la cocina.

Las cuchetas están hechas de la misma forma que en el camarote de un barco, una sobre la otra, y están colocadas en el mamparo de la división de las piezas, con el propósito de evitar la gran humedad que ellas tendrían si estuvieran sobre los muros laterales de la casa. A pesar de esa precaución, estando acostados, nuestras extremidades inferiores tenían que dar a la pared que estaba en contacto con el aire exterior, acumulándose allí tanta humedad que las frazadas y demás ropa de cama estaban continuamente unidas a la madera por la masa de hielo que establecía la ligazón.

Tratando de dotar a la casa del mayor confort posible, interior y exteriormente está forrada con un papel negro preservador de la humedad; su piso se cubrió con alfombrado y sobre la alfombra se colocó linóleum; la aireación de cada cuarto se efectuaba por una ventana que daba al exterior y por una puerta que lo comunicaba con la pieza central, que es el comedor.

Para asegurarse contra la entrada de aire frío, la comunicación del comedor con el exterior constaba de dos puertas, correspondiendo una a cada pared; enseguida estaba un pequeño cuartito, que podemos llamar vestíbulo, con una ventana hacia el sudoeste y al frente la puerta de salida para afuera. En ese vestíbulo era donde nosotros, al abrigo del viento y de la nieve, teníamos que hacer la limpieza de hidrógrafos y termógrafos. Las ventanas eran dobles como también los muros; teníamos además un desván, al que se subía por una abertura que se había dejado en el cielo raso del comedor; era un gran depósito y tan conveniente para nosotros como un sótano en las casas de comercio, teníamos en él una gran cantidad de víveres y objetos de equipo, y en su construcción no había sido descuidada la luz y aireación, pues se dotó de dos ventanillas al noreste y al sudoeste.



DISTRIBUCIÓN DEL TRABAJO:

El trabajo quedó distribuído en la forma siguiente:

Nordenskjöld tenía a su cargo todo lo que pertenecía a la geología.

Ekelöf, nuestra salud y bacteriología

Bodman y yo, las observaciones magnéticas, meteorológicas y astronómicas.

Jonanssen, el encargado de la jauría y trineos, presentando además otros servicios muy importantes por su habilidad como herrero, carpintero, zapatero, etc.

Ackerlundh era nuestro cocinero.

La vida doméstica era siempre la misma, muy uniforme, me bastará referir un día para que se conozca la de los dos años que allí pasamos.



El relevo previsto para el inicio de 1903, no llegó a cumplirse, debido a que el Antartic terminó hundiéndose  destrozado por los hielos y sus tripulantes tuvieron que refugiarse en la isla Paulet, situación que los expedicionarios de Snow Hill desconocían. 

Ante la demora, e imaginando algún contratiempo, los seis hombres con angustia por desconocer la suerte de sus compañeros, se dispusieron para una segunda invernada.

A mediados de 1903, inquietos por la suerte corrida por los expedicionarios y por el Antartic, el Perito Moreno y el Teniente de Navío Ballvé se movilizaron hasta lograr que el gobierno argentino, también preocupado, enviara como rescate a la corbeta Uruguay, al mando del Teniente de Navío Julián Irizar y llevando como segundo al Teniente de Fragata Ricardo Hermelo. Éste último, coincidentemente era, como Sobral, uriundo de Gualeguaychú.

Con la esperanza de todos, la nave zarpó del Puerto de Buenos Aires el 08 de octubre y llegó a Snow Hill un mes después. Los seis expedicionarios y luego los náufragos fueron rescatados por la antigua nave-escuela. A su regreso, tras soportar un fuerte vendaval que rompió gran parte de su arboladura, estuvo a punto de zozobrar, la Uruguay llegó a Buenos Aires el 03 de diciembre de 1903. Escoltada por más de 30 embarcaciones, en el muelle la esperaban miles de personas para dar la bienvenida a la nave, a sus tripulantes y a los bravos expedicionarios rescatados.

Sobral pasó a ser el favorito de Buenos Aires y su popularidad enorme. Se sucedieron entrevistas, distinciones, honores y un apotético recibimiento en la casa de Gobierno.

Fotos: Familia Sobral

Su enorme popularidad lo llevó a dictar numerosas conferencias sobre su viaje y el tema antártico en las ciudades más importantes del país. Paralelo a ello, se abocó a escribir el libro Dos años entre los hielos, basado en el prolijo diario que había confeccionado durante su permanencia en la Antártida.

Su estada en Snow Hill le permitió comprobar cómo los profundos conocimientos de Nordenskjöld eran imprescindíbles para desentrañar los misterios de la Antártida y mostrarlos al mundo. Ello lo llevó a la idea de estudiar y capacitarse para futuras tareas antárticas, con el fin de afianzar nuestra soberanía en el sexto continente. 
Fotos: Familia Sobral




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Conocé la Historia del Doctor José María Sobral de la voz de sus hijos y familiares del Doctor Otto Nordenskjöld

Este video, en su versión completa, hemos tenido el gusto de Proyectarlo en nuestra Segunda Jornada de Disertación sobre la Antártida, realizada el 12 de junio de 2012, en el Teatro Municipal de la Ciudad de Belén de Escobar, Disertación realizada para alumnos de las escuelas públicas de la Ciudad de Escobar. Le damos las gracias a su autor Eduardo Sanchez y a la nieta del Doctor Otto Nordenskjöld, Eva Nordenskjöld que nos contactó con los productores del Video para que los alumnos del Partido de Escobar pudieran conocer la Historia de José María Sobral.
                                                                                                                                    Lic. Dora E. Gerez



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Compartimos este video, que, con motivo del Bicentenario destaca como parte importante de nuestra historia argentia, la vida del Doctor José María Sobral.

1 comentario:

  1. Que recuerdos de mis queridos vecinos Los Sobral!!!, con afecto, Analia Sara Marx

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