EXPEDICIONES ANTÁRTICAS ARGENTINAS

EXPEDICIÓN TERRESTRE INVERNAL ANTÁRTICA 1962


Entre el 14 de junio y el 25 de octubre de 1962, una patrulla del Ejército se desplazó (en pleno invierno) a lo largo de la parte norte de la Península Antártica. 


Un grupo de ocho hombres de la Base Esperanza se desplazó durante el invierno de 1962 a lo largo del extremo nordoriental de la Península Antártica y la barrera de hielo Larsen, para atravesar luego la Península Antártica, uniendo en un viaje de ida y vuelta con trineos de perros y vehículos las Bahías Esperanza y Margarita. Cubrieron una distancia de 2.200 km en cuatro meses y medio.

El verano de 1961-62 fue templado y el invierno de 1962 no fue muy riguroso, se descartó la elección de la ruta de Bahía Esperanza a la base Matienzo por el canal Príncipe Gustavo que se utilizara en 1961 para la instalación de esta base en los nunataks Fota, latitud 64º 58´S. longitud 60º 03´oeste, debido a su impracticabilidad por lo tardío e incompleto del congelamiento del mar en esa zona. 



Como consecuencia, surgió la necesidad de buscar un terreno practicable sobre la Península Antártica, a través de la zona montañosa que afecta la misma, eludiendo así la zona montañosa que afecta la misma.



El grupo estaba compuesto por las siguientes personas:



Grupo de Avanzada:



Jefe: Teniente Oscar Sosa
Topógrafo: Sargento 1º Roberto Carrión
Encargado de las jaurías: Sargento Ayudante Pablo Elgueta.

Grupo Principal:

Jefe: Teniente 1º Gustavo Giró Tapper
Radiotécnico: Sargento Ayudante Silvano Corvalán
Mecánico: Sargento 1º Raúl Rodríguez
Mecánico: Sargento  Jerónimo Andrada
Encargado de las jaurías: Cabo 1º Ramón O Alfonzo

Grupo Aéreo: (dependiente de la Base Matienzo)

Jefe: Capitán Jorge Raúl Martinez
Piloto: Capitán Héctor Rene Guidobono
Piloto: Teniente Eduardo Fontaine
Mecánicos: Suboficiales Ayudantes Juan C Bianchi y Tomás Orrú
Fotografo: Jorge Mario Musso

Medios Especiales:

Grupo de Avanzada: 2 trineos de 8 perros cada uno
Grupo Principal: 3 vehículos snow cat y 1 trineo de 8 perros
Grupo Aéreo: 2 aviones monomotores Braver


Ésto relataba el Jefe de la Expedición en una nota publicada por el Instituto Antártico:



El 14 de junio de 1962, invierno polar, el duro silencio de la más inhóspita región de la Tierra es quebrado por un ¡Siga!, op... op... op..., es la señar dada a sus perros por un veterano conductor de trineos, Oscar Alfonzo; la columna está en marcha, tres tractores y dos trineos traccionados por ocho perros cada uno, con sus pesadas cargas pronto se pierden en el horizonte blanco en marcado contraste con el azúl del cielo, una profunda huella como un surco en la nieve queda a espaldas de lo que ya es sólo un punto en la lejanía. 

En la primera etapa de 250 kilómetros a través de montañas y glaciares majestuosos, sembrados de anchas y profundas grietas, se emplearon treinta días de los cuales siete fueron útiles para la marcha y los trabajos. 

Las tareas de observación técnico-científicas continuaban sin interrupción a la par que se luchaba por la subsistencia, los trineos recorrían más y más distancias, en determinadas zonas fue necesario desplazarse por la superficie helada del mar cuyo espesor no sobrepasaba los veinte centímetros. Las dificultades casi insuperables, añadido a las condiciones climáticas tan adversas, no dieron margen para que advirtieran que la capa cuya estabilidad no era segura, cubría las aguas de un océano. 

En parte se emplearon tablones y pequeños puentes livianos para poder avanzar, botas mojadas, tensión y extenuación física dieron lugar a principios de congelamiento por lo que se resolvió levantar campamento presionados por un fuerte viento que aumentaba su violencia adquiriendo a los pocos minutos una velocidad de 220 km por hora. Ello puso a prueba la pericia de los hombres para armar sus carpas en tiempo mínimo, soportando la inusitada violencia del ciclón. La lona de la carpa daba fuertes golpes con inminente riesgo de ser resquebrajada, a la par que el piso crujía.

La situación era realmente crítica. Alguien, en un momento dado dijo: "Si esto sigue así, me parece que vamos a navegar"  y ya se sabe lo que eso significa, la muerte sin apelación.

Lo extraordinario es que el ciclón no amainaba su violencia. El oído alerta, había llegado a una tensión tan agudizada que daba la sensación que el centro vital se había trasladado, como si todo el organismo se hubiese convertido en oído múltiple, capáz de captar los más leves matices del crujido de los hielos marinos azotados por aquel viento, que con su furor demencial, en busca desesperada de su equilibrio perdido, parecía someter el tiempo a una flexibilidad desconocida. Más que advertir, se siente en tales circunstancias, que el tiempo posee una increíble elasticidad, aquel viento enloquecido arrastra los minutos, los alarga prodigiosamente, indefinidamente y entonces advierte el ser humano, que el tiempo es una ficción, que el tiempo en relación con su cuerpo tan tenso y tan alerta, tomo dimensiones intransferibles. Es su tiempo y es un tiempo mounstrosamente multiplicado por aquel viento enloquecido. 

                                                     Mayor (R) Gustavo Giró Tapper (Jefe de la Expedición)



Para poder realizar la travesía se procedió a habilitar el 1º de enero el refugio Ameghino (latitud 64º 25´S longitud 58º 57´oeste), en cabo Longing por una avanzada de cuatro hombres transportados en avión desde la base Esperanza, para que diera apoyo meteorológico y reconocieran la zona desde este punto hasta el glaciar Victoria, hacia el norte por el glaciar Sjögren. 

Se realizaron vuelos de reconocimiento con dos aviones Beaver de la base Matienzo, del tramo de la ruta entre cabo Longing y bahía Esperanza en los meses de enero y febrero.

Se realizó reconocimiento en febrero-marzo con trineos de perros desde la base Esperanza por la ruta reconocida en vuelo hasta el glaciar Victoria, punto este que debía alcanzar el grupo de avanzada del cabo Longing, el que operó hacia el sur, cruzó el Circulo Polar Antártico en mayo y regresó hacia la base Matienzo para esperar al grupo principal.


El 11 de abril, terminados los trabajos en la zona de los glaciares Sjögren y Victoria, el grupo de avanzada emprendió la marcha hacia el sur.

El grupo principal salió de Esperanza el 14 de junio y arribó a Matienzo el 14 de julio. Los dos grupos partieron de este lugar el 23 de julio, cruzaron el Círculo Polar Antártico el 29 de julio y llegaron a caleta Carretera el 8 de agosto donde se instaló el campamento Sur (latitud 68º 03´S longitud 65º 27´ oeste. Desde el 8 al  16 de agosto se realizaron tareas de reconocimiento en la zona de caleta Carretera y el 17 se emprendió la ascensión a la meseta llegando a la base San Martín el 25. El 18 de septiembre se emprendió el regreso arribando a la base Esperanza el 24 de octubre. 


Giró Tapper continúaba su relato recordando la travesía:

"Calma, recuperadas las fuerzas y templados los espíritus en la dura prueba, comprendemos que el mejor aliado en momentos de riesgos casi insalvables, es la serenidad, la confianza mutua y la fe en Dios.

La expedición continuó su marcha en ese ámbito de frialdad inconcebible, agobiada de vacío, con veinte horas en tinieblas y total silencio, de donde emana una fuerza penetrante e insidiosa que habla de un desamparo total. Se comprende entonces como puede sobrevenir la locura polar. A los fuertes de espíritu, los prepara, para absorber sin desfallecer las más crueles contingencias. Se mira entonces, con una serenidad lúcida, los afanes estériles en que se debate una humanidad que no acierta a hallar el camino luminoso de la concordia; por ello el ex ente antártico, advierte en la gran urbe, que aquella desolada desnudez, bella e inconmovible que es la Antártida, ha enriquecido su espíritu y lo ha acercado a las fuentes profundas de la vida. Ansía ahora una trayectoria vital, clara y limpia, sencilla y profunda, advierte que el motor de las discordias humanas en ámbitos reducidos o en ámbitos internacionales, es el egoísmo. Si el ser humano lograra no ser dominado por su egoísmo y practica la tolerancia y la solidaridad, la humanidad viviría en auténtica y armoniosa paz, en lugar de la actual paz del terror mutuo. 

El 14 de julio a treinta días exactos de la partida, llegábamos a Base Matienzo, donde tres hombres adelantados por la expedición desde hacia varios meses aguardaban el arribo nuestro, cuando ya era opinión general en la Base que sería imposible, dado el estado de los hielos en la faja de mar que forzosamente se debía cruzar.

Esos cuatro hombres adelantados tenían un valioso informe para la expedición: Oscar Sosa, Eduardo Fontaine, Roberto Carrión y Pablo Elgueta, habían reconocido parte del camino más hacia el Sud, logrando transponer el Círculo Polar Antártico, el primer cruce por tierra. En aquel audaz viaje, una simple tormenta hubiese sido suficiente para destruirlos ya que arribaron con los víveres exhaustos.

Tras una rápida reorganización en Base Matienzo, comandada por el capitán Jorge Muñoz, de la Fuerza Aérea Argentina, un hombre que dio mucho de sí para nuestras tareas, participando incluso en viajes terrestres de exploración y reconocimiento con su pequeño monomotor Beaver zonas agrietadas y lugares de difícil tránsito.

El mismo Muñoz que en 1965, encontré en Base Belgrano, rumbo al Polo Sur en su Beaver, concretando junto con sus bravos compañeros, una hazaña sin precedentes al aterrizar en el Polo, una proeza que ha quedado en el olvido como tantos hechos heroicos que se pierden en el tiempo por indiferencia o mezquino egoísmo. 



 Mayor (R) Gustavo Giró Tapper (Jefe de la Expedición)




ORGANIZACIÓN DE LOS GRUPOS:

En relativamente poco tiempo el Teniente Primero Gustavo Giró Tapper, (que en 1958 y 1959 se había desempeñado como jefe de la Base de Ejército General San Martín) logró seleccionar a un grupo de hombres, alguno de los cuales había tenido bajo sus órdenes. Contaba a su lado, como 2º Jefe de la expedición  al Teniente Oscar Sosa.

Giró organizó dos grupos de trabajo, uno sería el grupo de avanzada que integraban el Teniente Sosa, el Sargento Primero Carrión y el Sargento ayudante Pablo Elgueta, éste último a cargo de las jaurías y experto en escalamientos.

A este grupo de avanzada le correspondía estudiar el terreno hasta más allá del Círculo Polar y regresar a la base Matienzo, en los nunataks Foca a esperar el arribo del grupo principal.

Giró Tapper se reservó el comando del grupo principal de la expedición en el que se anotaban el Sargento ayudante Silvano Crovalán, el Sargento Primero Raúl Rodriguez, el Sargento Jerónimo Andrada y el Cabo Primero Oscar Alfonzo. 

Verdaderamente en ambos grupos se había logrado reunir a los mejores operadores de radio, mecánicos y encargados de jaurías que figuraban en el personal antártico del Ejército.

Por último se contó con la ayuda de un grupo aéreo, dependiente de la Base Benjamín Matienzo, que fue instalada poco tiempo antes en un difícil operativo que merece una historia aparte.

Su montaje, dirigido por el capitán Ignacio Carro, significó el traslado en durísimas condiciones de 240 toneladas de elementos en aviones y trineos. Fundada como base conjunta pasó poco después a depender de la Fuerza Aérea.

Dos aviones monomotores Beaver prestarían apoyo aéreo tripulados por tres hombres que ahora forman parte de la historia antártica de nuestra aviación militar, el Capitán Jorge Raúl Muñoz, el Capitán Héctor René Guidobono y el Teniente Eduardo Fontaine.

Hombres hechos en los duros trabajos polares, ayudaron en el reconocimiento del terreno volando con desprecio de las condiciones climáticas desafiando nieblas, vientos y fríos inmovilizadores. 


EL POR QUÉ DE LOS TRINEOS:

Siempre se pensó en los trineos de perros porque son los únicos que pueden superar ciertas situaciones críticas. Sólo el trineo y el hombre sortean dificultades que detendrían a un tractor. El trineo es capaz de cruzar grietas que alcancen al cincuenta por ciento de su longitud, siendo liviano puede ser movido por su personal y sólo lleva consigo un problema, mantener a los perros en buenas condiciones físicas.

En cuanto a los tractores, si bien pueden acarrear grandes pesos, son de mantenimiento difícil y los afectan mucho las irregularidades del terreno.

Además, contra lo que podría suponerse, es más fácil poner en marcha un trineo que un tractor. Apenas diez minutos después de levantarse un campamento un trineo ya está listo con sus perros para recibir la orden de marcha.

En cambio un tractor precisa más de media hora de precalentamiento, en condiciones normales, si la temperatura es muy baja o se está en medio de un temporal este tiempo mínimo puede triplicarse. 

El consumo de combustible del snow-cat puede hacerse obsesivo, en especial cuando con marcha mínima se cruzan partes difíciles del terreno, con la situación agravada por la ventisca o la oscuridad nocturna.

Por momentos las condiciones se hacen tan duras que , como ocurrió en cercanías del monte Taylos, se avanza apenas dos o tres kilómetros diarios ocasionando un peligroso derroche de tiempo, víveres y nafta. Un ejemplo extremo de esto se aprecia en que, a quince días de la partida de la base Esperanza el grupo princiàl debió acampar a la espera de que amainara un furioso temporal de nieve que sepultó a los tractores, trineos y equipos. Debieron trabajas más de seis horas para desenterrar los vehículos hasta que el recrudecimiento del huracán obligó al personal a refugiarse en las carpas otra vez.

Así se perdieron jornadas enteras de viaje en la Antártida, sin moverse un solo metro, consumiendo víveres y combustible... porque la naturaleza puede borrar fácilmente todo cuanto haya calculado el hombre.




Pero Giró Tapper nos ilustra con su relato estas situaciones que hemos descripto:

"Se continuó la marcha hacia el Sud, se traspuso por segunda vez el Círculo Polar en pleno invierno, el 29 de julio; 43 grados centígrados bajo cero, un frío penetrante, una suave brisa que tornaba intolerable aquel frío. Las horas del reposo eran perturbadas por el mismo frío que nos acompañaba continuamente, apenas se apagaba nuestra cocinita, el interior de la carpa se recubría de una ligera película de hielo, formada por la condensación de la respiración sobre la lona y utensillos.

Las bolsas de dormir húmedas por el continuo uso atormentaban nuestros cuerpos y cada inicio de marcha una lucha tenaz para poder encender los motores de los vehículos, cuyo lubricante se congelaba. El frío desgastaba nuestras energías; el cielo totalmente nublado o con niebla, ofrecía un panorama dantesco. Todas las irregularidades del terreno aparecían esfumadas, no existían contornos ni perspectivas ni horizonte; el emblanquecimiento ejercía una influencia indecible sobre nosotros, la visibilidad nula en aquel desierto tan vasto, tal inconmovible en su uniformidad glacial de absoluto silencio, imponía una conducta y una disciplina para poder llegar a la meta fijada.

El 8 de agosto la expedición completa llegaba a los 68º de latitud Sud, teniendo que transponer la meseta polar para poder alcanzar la Base Gral San Martín, deshabitada desde 1959. Los tractores fracasaron en el intento del cruce y los perros, nuestros inseparables amigos superaron aquí la técnica moderna, permitiendo el pronto éxito de nuestra empresa.

Durante cuatro días se buscó un paso abordable para ascender a la meseta polar, el 19 de agosto, una copiosa nevada nos dejó semisepultados; la subida brusca de la temperatura a 0ºC significó un colchón de nieve pegadiza que dificultó la marcha al extremo de llegar a un avance de sólo 4 km por día. 

Pese al esfuerzo físico que demandó a hombre y perros, se avanzó, pero la preocupación mayor radicaba, sin embargo, en que a mayor lentitud mayor consumo de víveres. Pasaron los días y la dificultad subsistía con el consiguiente desaliento nuestro. Se hizo mesa redonda y se habló con claridad y precisión. Resultado, seguir hasta alcanzar la meta fijada, es la voluntad de todos".


EL GRUPO DE AVANZADA:

El 1º de enero de 1962 el grupo de avanzada fue transportado por los Beaver desde base Esperanza hasta cabo Longing, un solitario promontorio de rocas volcánicas descubierto por Nordenskjöld en 1901 y que marca uno de los puntos extremos de las exploraciones de la expedición sueca. 

Fue denominado así porque era un excelente punto para observar a grandes distancias, en especial hacia el sur, donde se extiende la barrera de Larsen.

Allí existía un refugio constituído por personal del Ejército en el año 1960. Aquella patrulla que comandó el Teniente Primero Rodgar, formaba parte de una línea de refugios que obedecía a la idea de apoyar el avance hacia el sur y fue un punto vital en la penetración hasta los nunataks Foca cuadno la construcción de la Base Matienzo.

Se efectuaron tareas de reconocimiento con el grupo de avanzada operando primero hacia el norte y el grupo principal desde Esperanza hacia el sur. Buscaban competar un posible itinerario sobre la Península, de casi imposible transitabilidad. No hubo tregua ni descanso. Todos trabajaron hasta el límite de sus posibilidades físicas y arriesgando sus vida a cada paso, en especial cuando se exploraba el glaciar Sjögren.

Este glaciar era una verdadera rampa de acceso a la meseta de la Tierra de San Martín y su estudio era imperativo. Visto a la distancia, recuerda un miembro de la patrulla, parecía grande, inofensivo, dormido al sol, a veces, y otras cubierto por una capa de apacible neblina.

Pero se hallaban en pleno verano antártico y Sosa, Carrión y Rodriguez van a pasar cinco difíciles jornadas en ese glaciar. Trabajan de noche y descansan de día, las temperaturas de cero grado a cinco grados bajo cero favorecen un pronunciado deshielo y deben moverse sorteando chorrillos anchos y caudalosos, inclusive es difícil salir del refugio, cercado por extensos charcos de agua, hielo y fango que los cubre hasta las rodillas. Pero es peor moverse sobre el glaciar, una vez en él pudieron ver su sorda y peligrosa actividad. Las grietas abiertas, profundas y silenciosas esperando al viajero desprevenido, el crujir sobrecogedor del hielo que se fractura. O sea, todo lo necesario para imponer tensión en el espiritu y en los rostros,para llenar a cualquiera de inquietud, y para que hasta los perros se tornen ariscos e indomables.

Avanzaban unidos por cordadas y exploraron lo suficiente como para considerar que era imposible utilizarlo como ruta de la expedición

A pesar de ellos la patrulla realizó un buen trabajo de reconocimiento de los alrededores que Carrión ya había estudiado cuando intervino en los trabajos de construcción de Matienzo. 

El 11 de abril abandonaron cabo Longing y llegaron a Matienzo, punto al que arribaron el día 14. Recompuestos los equipos, reaprovisionados, el 1º de mayo partieron hacia el sur, sobre la barrera de hielos en lo que iba a ser una pesada marcha para investigar ese tramo fundamental de la travesía. 

El 12 de mayo cruzaron el Círculo Polar (fue la primera vez que los argentinos lo cruzaron por tierra) y el 19 están de nuevo en Matienzo. Habían cubierto una parte de la expedición que aconsejaba la prudencia y ahora debían aguardar la llegada del grupo principal que conducía el Teniente Primero Giró Tapper. En esos momentos este grupo estaba en plena marcha tratando de unir la base Esperanza con el refugio Ameghino.

Tenían encima 34 días de trabajo agobiador cumplidos en tareas previas a lo largo del futuro camino que seguirían los tractores. Utilizando trineos de perros, o sea, aumentando el esfuerzo personal y sacrificado energías que iban a precisar más adelante, Giró y Alfonzo en un trineo y Marino y Rodriguez en el otro se fatigan hasta tener una idea exacta de la ruta.

Sólo hay algo que queda librado al azar, el estado del tiempo, nada puede anunciar de qué manera se preparará el invierno.


Giró Tapper cuenta sobre la llegada a la Base San Martín:

El 24 de agosto extenuados por el esfuerzo físico y el racionamiento de víveres se alcanzó la Base San Martín.

Lamentablemente en aquella oportunidad no pudimos continuar hacia el Sud, por imperio de una orden que limitaba nuestro avance hasta el lugar alcanzado, la Base San Martín. Casi la mitad de los componentes de este grupo prestando servicios en la Base mencionada, debió también interrumpir una penetración que alcanzó los 72º de latitud por una causa idéntica en 1959. En 1965 cuatro de los ocho componentes de la expedición invernal, iniciamos el viaje el Polo Sur, aportando nuestra modesta experiencia, adquirida en largos años de Antártida y en una expedición que cubrió 2.000 km en cuatro meses y medio del invierno polar. 

Así culminó, en ese año 1965, un esfuerzo sostenido a lo largo de más de 60 años de labor antártica, iniciada en 1901 con la presencia del alférez de navío José María Sobraol en el continente antártico. 


EL REGRESO A BASE ESPERANZA:

Habían llegado el 24 de agosto y el 18 de septiembre emprendieron el viaje a caleta Carretera donde esperaba el otro grupo. Tardaron catorce días en cruzar la cordillera, predominaron los vientos fuertes y la mala visibilidad.

La nieve reciente cubría los pasos con una gruesa capa que frenaba la marcha de los trineos y fatigaba a los hombres. Algunos habían perdido más de diez kilos de peso, pero el regreso era anímicamente más fácil. 

Sabían qué les esperaba a todo lo largo de la barrera de hielos, sabían que podías confiar en los tractores y se movían sin la pesadilla de las grietas, no las volverían a encontrar hasta llegar al norte.

Además, ahora los perros viajaban sobre los trineos, arrastrados por los snow-cat, ellos ocupaban el espacio libre que dejó el combustible consumido.

Llevaban valiosa información topográfica, técnico, científica y una buena demostración de que era factible llegar por tierra hasta bahía Margarita, tal vez el dato más importante de todos.

Tardaron nueve días en llegar a Matienzo y desde allí, en diez días más estaban en Esperanza, exactamente el día 24 de octubre.

El final de esta travesía de invierno fue una repetición de las mismas penurias del viaje de ida, las mismas fatigas y problemas.

Pero ahora, ya en la parte norte de la barrera de Larsen se encontraron con extensas lagunas que cerraban el paso a los automotores y a los trineos. A veces esperaban durante horas a que se formara sobre las lagunas una fina capa de hielo. En cuanto ésta tenía unos dos centímetros de espesor se arriesgaban a marchar con esquíes pero así fue como caían frecuentemente en esas charcas de hasta un metro de profundidad originadas por la fusión superficial de la nieve precipitada sobre el hielo de la barrera. 

Eran mojaduras incómodas y frecuentes que sumaban su tortura a las incomodidades infinitas que venían sobrellevando desde meses antes.

Además, los esperaba el glaciar Victoria, con sus grietas, los hondos colchones de nieve donde se hundían los perros y los trineos.

Pero los hombres exhaustos estaban satisfechos. Se sentían sobre el final de una jornada exitosa que los había unido a todos en una comunidad pequeña y luchadora y más aún, un grupo triunfante de hombres. 


Breve Biografía de Gustavo Giró Tapper:

Gustavo Adolfo Giró Tapper nació en la provincia de Córdoba en 1931, pero su actividad profesional militar y su pasión por la aventura y lo desconocido lo llevaron a realizar a partir del año 1958 numerosas expediciones al continente blanco, que resultaron un valiosos aporte histórico de la región.

Con amplios conocimientos en paracaidismo, meteorología, deportes invernales y supervivencia en condiciones extremas, Giró fue reconocido mediante diferentes menciones como un "pionero del extremo sur". 

Por su gran experiencia antártica fue designado como 2do. Jefe de la Primera Expedición al Polo Sur, por vía terrestre, a cargo del Ejército Argentino. Realizó los preparativos y reconocimientos terrestres en solo tres meses y en condiciones climáticas rigurosas; una misión que estaba asignada para ser cumplida en un plazo de dos años. 

Fue uno de los fundadores de la Base Sobral.

En noviembre de 1971 se retiró del Ejército con el grado de Mayor y finalmente se radicó junto a su familia en la capital fueguina emprendiendo tareas afines a la actividad turística.

En esa década construyó el Hotel Antártida y con la importación de las primeras motos de nieve (Snow-cat) y los primeros esquí de fondo; inauguró el Primer Centro Invernal "Tierra Mayor". Al mismo tiempo creó la agencia de viajes y turismo "Antartur", que se vinculó al desarrollo y explotación del turismo en Tierra del Fuego, que luego se expandió hasta las Islas Malvinas y en 1981 hasta la Antártida con dos cruceros con el Buque Bahía Buen Suceso.

También creó la primera Escuela de Esquí de Fondo, para lo cual invitó a instructores extranjeros para aprender las mejores técnicas de esa disciplina deportiva.

En 1981 organizó la "1ra Marcha Blanca" uniendo la Hostería Petrel con Tierra Mayor, atravesando los Andes Fueguinos y se lo designó Cónsul Honorario de Finlandia en la ciudad de Ushuaia.

Gustavo Giró Tapper recibió numerosas condecoraciones, premios y distinciones, nacionales e internacionales por su abnegada y silenciosa labor.

Falleció en Ushuaia el 11 de enero de 2004. Sus restos descansan en la Antártida Argentina, en la Base General San Martín.





Bibliografía:

Argentina en la Antártida. Tomo I.  Dirección Nacional del Antártico. Instituto Antártico Argentino. Año 1997
Antártida Nº 11 . Instituto Antártico Argentino. Febrero 1981

No hay comentarios:

Publicar un comentario